El olor a café inunda el vagón. Algún descuidado ha decidido derramarlo y pintar un Pollock en el suelo y yo he sido la única que se ha atrevido a pisarlo.
Todo el mundo tiene el móvil en el regazo. Sí, yo incluida; estamos todos enganchados. Excepto el chico del bombín y la guitarra que está sentado en el banco de la estación de la ciudad de cine... Mirando al vacío, estará componiendo su siguiente melodía mentalmente.
Me encanta esta hora del día. El sol pronto se esconderá y ahora nos regala sus últimos rayos naranjas que entran por estas ventanas llovidas y contaminadas.
Un niño me observa. Tiene cara de joven de veinte años metido en el cuerpo de un niño de siete que viene de jugar a fútbol. Su hermano gemelo duerme sobre el hombro de su madre que, zombi como todos, está mirando el Facebook en el móvil. Abre los ojos, deja la pantalla, mira por la ventana, conversa con tus hijos.
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