Me acaricia la cara muy suavemente, hasta el punto en que tengo que cerrar los ojos. Es una forma de esconderme, de no dejar que me lea el pensamiento. Me mira con tanta atención... No descubras todos mis secretos, aún no. Poco a poco…
Y no se puede aguantar la sonrisa. No parece la misma persona cuando sonríe así. Las presiones del mundo ya no existen, nada más existe aparte de él, de mi, de la superficie, y de nuestros sentidos a cámara lenta. Incluso el aire se ha pausado.
Paso mis dedos suavemente por su cara, con trazo disperso, por donde empieza a crecerle la barba. El sonido rasca...
Echo de menos el espacio que ocupa en el contorno de mi abrazo.
Vuelve.
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